Narración

Por: Esteban Valdés Salazar - Cronista de Totatiche, Jalisco.

Los habitantes de Totatiche, somos herederos de muchas y muy bellas costumbres y tradiciones forjadoras de nuestra ideocincracia y que ahora al final del milenio luchan por sobrevivir ante el embate de libertinaje y modismos extranjeros, llegados principalmente de los Estados Unidos de América.

Lamentablemente esas desviaciones de nuestras tradiciones no provienen del espítiru, son manifestaciones mundanas. las cuales entran en conflicto con nuestra fe cristiana, la única capaz de dar estabilidad a nuestra existencia.

en la región totatichense declinan nuestras bellas tradiciones a partir de la década de 1930, fecha en la cual aumenta la emigración hacia el "norte" por parte de muchos hombres con justificación o sin ella (consecuencia o coincidencia).

Muchas personas preocupadas por esa alarmante pérdida de nuestros valores, consideran que es sólo consecuencia por las "vueltas" hacia Estados Unidos. Con suficiente razón se oponía el señor Cura Magallanes a los viajes en busca de billetes verdes. Por todos los medios a su alcance impedía tal idea. su intuición de padre le advertía el grave peligro que ello traería. No pasaron muchos años para que los resultados estuviesen presentes ante nuestros ojos.

En la actualidad las tradiciones más importantes que permanecen, son las fiestas patronales; el día 7 de octubre aclamamos a nuestra celestial patrona; la Virgen dle Rosario, el 12 de enero celebramos la fiesta del Señor de los Rayos de Temastián y últimamente el día 25 de mayo, y después de la beatificación del Señor Cura Magallanes, se realiza una celebración a la que se le trata de dar un gran impulso.

Pero, las anteriores son manifestaciones del espíritu, porque afortunadamente son fruto de la profunda fe inculcada por nuestros ancestros, de generación en generación, resultado de la semilla que sembraron infinidad de misioneros santos y un desfile interminable de sacerdotes quienes entregaron todo su ser al amor de Cristo. Sus fieles a ellos encomendamos, confiamos en Dios y el don de la fe nos libre de males mayores.

Nuestras tradiciones patronales, generan otras de tipo profano que la dan esencia y sabor a nuestra vida, son el condimento que produce raigambre y amor por nuestra patria chica, nuestra "Matria"; dicen otros. Si la patria es todo México, nuestra matria es el precioso lugar que Dios nos señaló para que en él viésemos por vez primera la luz de éste mundo. Esas costumbres y tradiciones de tipos profano son las que generan añoranzas que más tarde nos harán suspirar por aquellos momentos vividos en compañía del ser querido en tal o cual lugar.

Anteriormente, la llegada de nuestras fiestas de octubre o enero, eran ocasión para estrenar ropa, un sombrero o huaraches. Pero lo más ilusionaba sobretodo a la juventud, era la oportunidad de conquistar una novia o viceversa, en las alegres serenatas en el cuadro de la Plaza de Totatiche. Todavía permanece esta tradición; el dar la vuelta al cuadro; las muchachas al centro y los jóvenes hacia la orilla.

Sin embargo, en tiempos pasados, cuando padres y hermanos obstaculizaban al máximo los noviazgos, como que tenían más sabor esos encuentros en la serenata. Posiblemente aquí se orginaría el dicho de nuestros antepasados: "las muchachas buenas para el matrimonio, son las que cuesta trabajo platicar con ellas". Los recuerdos de aquellas costumbres es lo que sigue reafirmando en nuestros descendientes el legado de valores y tradiciones heredados de una generación a otra.

Existen crónicas de principios del agonizante siglo, donde se narra la importancia que tenía la plaza de Totatiche para toda la región, ya que hasta 1920, no existía todavía los pueblos de Temastián y Villa Guerrero, los cuales contaban con unas cuantas familias y no se sostenía ningún comercio, por lo tanto necesariamente debía acudir a la plaza de Totatiche para comprar el "mandado" para toda la semana, aún y cuando debían caminar muchos kilómetros a pie y en ocasiones en caballo o burro.

Dichas crónicas nos dan con lujo de detalles lo pintoresco de aquellas concurrencias, especialmente por el vestuario de los hombres y mujeres según la usanza de aquella época. Los varones ataviados con calzón largo, la mayoría de impecable pulcritud, "porque eran tiempos en las mujeres si trabajaban" dicen ahora las personas mayores que vivieron esos tiempos.

Complento del calzón era la "blusa" de igual blancura siempre atada a la altura de la cintura, en cuyos extremos de abajo se prolongaba una especie de punta para el nudo. En la gran mayoría de los hombres era indispensable usar la legendaria "pechera" de cuero (piel), de venado y el descomunal sobrero de alta copa y anchas faldas, inclusive los niños vestían así.

También se nos dice que muchos de los señores que tenían "el modo", se vestían de charro, dando un toque especial entre la multitud que se movía en vaiven por toda la plaza.

La indumentaria de las damas era con largas enaguas, que les llegaban hasta el "huesito", otras usaban el "chomite", ordinariamente de color rojo, pero lo que jamás faltaba era el tradicional rebozo.

Una vez que todo el mundo había asistido a la misa dominical, se dirigían hacia la plaza e iniciaban el recorrido de puesto en puesto, para proveerse de lo necesario para subsistir durante la semana. los lugares y estilos de los comerciantes también engendraron tradiciones y costumbres entre nuestras gentes, por ejemplo; durante muchos años se decía: "aquí o ahí se instalaba don fulano o don sutano", los domingos. Todo se ofrecía en la plaza, regularmente por los mismos agricultores y hortelanos o artesanos tanto de "petates" como de "rayas" de baqueta y correas.

Para el año 1950 en doy fe, la ubicación en la plaza de los variados productos era el siguiente: En la orilla semi inclinada en lado norte de dicha plaza y de poniente a oriente, en la esquina (dejando libre el acceso de la gente al entrar al cuadro), se ponía por lo general el señor don Eusebio Cárdenas vendiendo fruta. Luego seguían oferentes de todo tipo de hortalizas, verduras, o cereales como; habas, lentejas y grabanzos. De los comerciantes más populares, yo recuerdo a don Desiderio Godoy (Cheleyo), a don Aurelio Cárdenas, a un señor de apellido Covarrubias, padre de Lucio, quién junto con don Aurelio eran los pseedores de los mejores pulmones para promocionar sus productos, especialmente en temporada de huache que le decían "carnero gordo".

Ya casi para llegar a la esquina del lado oriente se colocaban los que ofrecían sus petates de zotol, así como sombreros. De norte a sur; los señores que vendían los exquisitos camotes, ya fueran tatemados o crudos. Finalmente al frente de la presidencia se colocaba el puesto de don Chon Medina con toda su variedad de mercancía de pieles.

Esto es a grandes rasgos aunque en forma limitada, lo que fueron y son nuestras tradiciones más representativas.